Cuando era más joven, digamos unos pocos años atrás…pensaba que la suerte no existía y que el esfuerzo siempre tenía resultados positivos, que las personas que sudaban más, sin duda llegarían lejos o donde quisieran. De una y sin anestesia, alguien a viva voz me dijo que estaba equivocada, me miró a los ojos y me dijo “cuánta gente esforzada nunca logra salir de la pobreza…” su mirada fue tan fuerte y sus palabras tan punzantes que en un segundo esa tibia ilusión se transformó en fría y cruda realidad.
“Q tonta soy!”, pensé. Pasé mucho tiempo, lamentando que otros no tuvieran la suerte que yo estaba teniendo en la vida. Y no me refiero a lo material, me refiero a la salud y la felicidad y el desarrollo profesional. Ahí estaba yo, años después contando mi historia laboral e incluí la frase “tuve la suerte de poder crecer profesionalmente”…nuevamente, 4 ojos me miraron y al unísono “no es suerte! Son tus méritos!”
¡Dios santo! Ahora tampoco es suerte. No es esfuerzo. ¿Qué demonios es?
Pues bien, después de estas crudas intervenciones o correcciones desde sus propias creencias o mejor dicho estigmas o propias verdades que no dudan en decirlas como si fuesen parte de los 10 mandamientos…reflexioné y esto es lo que creo…no hay suerte, no hay esfuerzo, porque no hay receta. No hay una sola verdad…hay personas que se ganan el loto, eso es suerte y otras, que forjan sus empresas a punta de sudor y lágrimas…eso es esfuerzo.
Mi verdad y la que quiero compartir es que debemos ser agradecidos en la vida, por lo que tememos, lo que hemos logrado, ya sea a punta de esfuerzo o simplemente de suerte…y si esa suerte o esfuerzo, te hace estar en una posición mejor, ayudar a otros, que tal vez no han tenido suerte o pese a su esfuerzo no han encontrado el camino al destino que quieren llegar.
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